Son tiempos difíciles. Tantos meses conviviendo con esta pandemia (y los que nos quedan) hacen que cada vez se nos haga más complicado aceptar la situación.
A lo largo de nuestra vida nos hemos enfrentado con problemas en múltiples ocasiones que en muchos casos hemos podido solucionarlos por nosotros mismos. Normalmente pequeños problemas.
Cuando el problema no es tan pequeño hemos tenido que recurrir a las personas de nuestro entorno y, con su colaboración, hemos conseguido solucionarlo.
Y el que tenemos ahora no es un problema pequeño. Y no es un problema sólo sanitario. A veces se nos olvida que tiene una vertiente económica y otra emocional cuyas consecuencias van a ser gravísimas.
Y la única forma de enfrentarnos a este gran problema es desde la colaboración. Pero no es tan fácil, porque para que exista la colaboración es imprescindible que exista la confianza. Y de esto, creo que andamos bastante escasos.
Y no es algo que haya sucedido como consecuencia de esta pandemia. Creo que es muy anterior. Creo que es un problema social importante. No hay más que escuchar las conversaciones que se dan en nuestro entorno, incluso aquellas en las que participamos. Criticamos (negativamente) muchas de las decisiones que toman quienes tienen que decidir: políticos, empresarios, responsables de cualquier tipo … Criticamos cómo conducen los demás, cómo nos atienden en un comercio, la ropa que se ponen otros o al entrenador de nuestro equipo. Criticamos (negativamente) horarios, productos, condiciones, plazos … Todo.
Somos los más listos del mundo y los demás no tienen ni idea de lo que tienen que hacer y de cómo lo tienen que hacer. Siempre que me veo en una de estas situaciones, criticando algo de los demás, me repito una frase de Ralph Waldo Emerson: “Todas las personas que conozco son mejores que yo en algo y tengo que aprender de ellos”.
En una decisión influyen múltiples factores, muchas emociones y alguna lógica: conocimientos, objetivos, experiencias, circunstancias, motivaciones, prejuicios, puntos de vista, influencias … Y cómo en cada persona son las que son, puede ser difícil ver la lógica de una actuación ajena.
Podemos discrepar, pero no descalificar. No podemos juzgar porque desconocemos todos estos factores y difícilmente podremos confiar en aquéllos cuyas decisiones consideramos equivocadas.
Pero no toda la culpa es nuestra, porque aquellos que toman las decisiones pocas veces explican las razones y los objetivos de las mismas (los famosos porqués de Simon Sinek). Y si no hay información, hay imaginación, y la imaginación es incontrolable.
Si queremos que los demás confíen en nosotros deberemos ser transparentes. Explicar en qué nos hemos basado para elaborar nuestras decisiones. No basta con comunicar la decisión. No, si lo que pretendemos es conseguir la colaboración de los demás. No, si queremos ganarnos su confianza.
Volviendo a la situación actual, sólo como ejemplo. No tengo ninguna duda de que nuestros dirigentes quieren acabar con esta pandemia. Sobre todo, porque si lo consiguen ello puede darles muchos votos. Y continuamente los científicos están conociendo nuevos datos sobre este virus y cómo atacarlo, y, lógicamente, las decisiones van cambiando, a veces de forma incomprensible para nosotros.
Parto de la base de que los políticos están asesorados por los mejores científicos y que el conocimiento de estos es muy superior al que pueda yo obtener de la lectura de periódicos y revistas. Y si sus objetivos son correctos y aplicando la lógica, sus decisiones son más correctas que las que yo pueda plantear.
Por tanto, pido a aquellas personas que deben tomar decisiones en los diferentes ámbitos de la vida, que cuando lo hagan nos expliquen en qué se han basado, qué información han utilizado, qué objetivos persiguen y que sean transparentes.
Y a todos los demás, que no seamos tan prepotentes, que nos obliguemos un poco a confiar en los demás y a aplicar el más difícil de los principios de Dale Carnegie: “No critiques, no condenes ni te quejes”.
Insisto, no me estoy refiriendo sólo al problema que ahora nos agobia. Me estoy refiriendo a una actitud ante todo lo que sucede. Si queremos una sociedad mejor, recuperemos la confianza (en los demás).