No decidir es la peor de las decisiones.
Cada día, cada hora, hay muchas decisiones que tomar. Esto me hace recordar una de las ideas que Dale Carnegie desarrolla en sus libros y cursos: Vivir «con intención».
En muchas ocasiones digo que «hay personas que hacen que las cosas ocurran, otras que ven que las cosas ocurren y, por último, hay algunas que no se enteran de lo que pasa».
Vivir con intención supone no dejar que la vida pase casi sin darnos cuenta, sin tomar decisiones y dejándonos llevar.
Vivir con intención supone tener claro que todo lo que hacemos o decimos, por acción u omisión, tiene consecuencias, y que esas consecuencias deben ir en línea con nuestros objetivos, con nuestros valores, con cómo queremos vivir y a dónde queremos llegar.
Supone no dejarnos arrastrar por las decisiones de los demás y no dejar que otros decidan por nosotros, ya que ellos lo harán en función de sus criterios y objetivos, no de los nuestros.
Cada día tomamos decisiones. Cada una de ellas es una oportunidad. Unas serán acertadas y otras no, pero si han sido tomadas con intención, buscando un objetivo, son válidas: hacer o no hacer algo, descansar todo el día, ir o no ir… Lo importante es que lo decidamos nosotros y lo hagamos con una finalidad.
Cada decisión, grande o pequeña, es un avance. Quizá pequeño, pero real. Y no me canso de repetir que el éxito, la felicidad, es una suma de muchas pequeñas cosas. Aprovechad cada oportunidad para avanzar hacia vuestros objetivos, decidid «con intención» y sed felices.